Córdoba bajo el estrés climático: el calor que no cesa

En lo que va del verano, Córdoba ya acumula dos olas de calor. Pero el aumento de la temperatura no es el único problema: el ruido, la contaminación y la falta de espacios verdes también contribuyen al estrés climático urbano.

El calor que pesa

El cambio climático trajo consigo el aumento de la temperatura debido a los gases de efecto invernadero. En Córdoba, este aumento se siente con fuerza. Según Gabriel Garnero, director del Instituto de Investigación en Desarrollo Sostenible de la Universidad Blas Pascal, "el calor extremo se entiende ya como un riesgo estructural para la ciudad".

La ciudad como un horno

La ciudad de Córdoba se está convirtiendo en un horno. El asfalto y el hormigón absorben el calor, y la falta de sombra y la escasez de espacios verdes empeoran la situación. El ruido constante del tránsito y la contaminación del aire también contribuyen al estrés climático urbano.

Un enfoque integral

El equipo del Instituto de Investigación en Desarrollo Sostenible está trabajando en un proyecto para mapear el estrés climático en la ciudad. Están analizando cómo el calor urbano, el ruido y otras cargas ambientales afectan de forma diferenciada a la población. El objetivo es identificar áreas de mayor riesgo y orientar políticas públicas preventivas.

La importancia del arbolado

El arbolado es fundamental para mitigar el efecto de isla de calor urbana. Según Lucas Vanoli, responsable del equipo de calor urbano, "el sombreado generado por edificios en altura cumple un rol clave". La presencia de árboles y espacios verdes puede reducir la temperatura en hasta 3 grados.

Mapas de riesgo social

El equipo está trabajando en la creación de mapas de riesgo social que combinen la información sobre la isla de calor urbana con datos censales. Estos mapas permitirán identificar barrios prioritarios y orientar las intervenciones públicas.

Un desafío para la ciudad

El estrés climático es un desafío para la ciudad de Córdoba. La infraestructura verde y azul, la movilidad menos dependiente del auto y la mejora de viviendas y espacios de trabajo son algunas de las prioridades para mitigar el efecto del calor extremo. El rol de la ciencia local es fundamental para convertir los datos en decisiones y políticas públicas que cuiden la salud y reduzcan el riesgo a futuro.

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